sábado, 6 de enero de 2018

Mis noticias de fin de semana

¡Buenos días! Les cuento mis noticias de fin de semana: como la temperatura hoy es de once grados centígrados bajo cero, lo más probable es que la gente se quede resguardada en su casa, así que voy a aprovechar para andar repartiendo volantes en Harlem sobre Marichuy, de modo que si los paisas no se animan a firmar, por lo menos se enteren. ¡Viva Marichuy!
     De paso, voy a conseguir el libro de chismes que Donald Trump estaba tratando de prohibir y diciendo que va a demandar al autor. Con eso confirmó que vale la pena leerlo. Cuenta que Trump no sólo es semianalfabeta, totalmente populista en el peor sentido (quiere que todo se lo cuenten en video porque «leer es de sofisticados»), sino que tampoco sabe escuchar.
     Hablando de lecturas, terminé de leer la novela que ganó el premio Alfaguara de este año (yo trato de leerlo casi todo, aunque sea malo, porque no critico sin fundamentos). Ahora sí el libro ganador no es escandalosamente mediocre como los anteriores, quizás porque de vez en cuando tienen que disimular que son en realidad un concurso literario y dar el premio a un experimentado novelista y guionista como Ray Loriga.
     ¿Sabías que, a pesar de haber ganado con trampas el premio hace una década con una anodina y perfectamente olvidable novela La piel del cielo y haber inventado una entrevista con Borges que no ocurrió, Elena Poniatowska sigue siendo presidenta del jurado del premio Alfaguara 10 años después, sólo por sus palancas políticas y su campaña por Ya Sabes Quién...? Ahora ya ni ella se la cree y reconoce que su líder se asocia con la ultraderecha...
       Pero el mal está hecho. La escuela de fraudes y falta de rigor literario y periodístico que Poniatowska sembró en todas las universidades y editoriales posibles difícilmente se acabará con su muerte. Sus seguidoras convertidas en lacayas —como la tonta de Sandra Cisneros que la comparó con la Virgen de Guadalupe, o Cristina Rivera Garza, por no hablar de las que la encumbraron, como Marisol Schultz— no podrán desdecirse, y si no saben cómo salir del entuerto, tendrán que decir (igual que los admiradores de Trump), que el elogio a la mediocridad es lo normal. 
     Y hay quienes se creen intelectuales apoyando ese sinsentido. Piensan que pueden votar por Laura Esquivel como titular de la Secretaría de Educación y seguir llamándose «escritores». Ni hablar. Habrá que seguir escribiendo...


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