martes, 1 de agosto de 2017

«Por favor, no lo hagamos otra vez»: testimonio contra el TLCAN

«Por favor, no lo hagamos otra vez»:

del TLCAN y por qué no es a los pobres de México a los que hay que culpar*

Soy una escritora mexicana nacida y formada en México. En contraste con lo que el señor presidente Trump opina, no soy ni una violadora ni una narcotraficante. Soy parte de una población mexicana dinámica y potente en Nueva York, conformada por activistas bien informados y esforzados trabajadores, y en México formé parte de un movimiento contra la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) sin el consenso de la población.
     Nos llamaban «medievales» y que «no queríamos que hubiera comercio». ¿Cómo no íbamos a querer que hubiera comercio? Lo que no queríamos eran pactos sin el consenso del pueblo. El TLC debe ser renegociado tomando en consideración a los pueblos de los tres países: a sus trabajadores, a los sindicatos y al medio ambiente.
     Aunque estuvimos protestando y advirtiendo en contra de este acuerdo comercial durante cinco años, se firmó el tratado. No solamente eliminó los buenos empleos en los Estados Unidos, sino que aumentó a más del doble la migración mexicana. Eso quiere decir que esos buenos empleos que fueron enviados a México al final de las cuentas no resultaron tan buenos, independientemente de lo que diga Donald Trump.
     Antes de 1994 año en el que el TLC entró en vigor, México era un país que producía y exportaba maíz. No lo compraba. El maíz había sido el alimento básico indígena en toda Mesoamérica, desde antes de la Conquista Española.
     A partir del TLC, México se ha convertido en un país que depende del maíz y los alimentos extranjeros. Como el maíz era la base de la economía agrícola, casi todos los campesinos mexicanos (con excepción de las comunidades indígenas autónomas) dependen ahora completamente del alimento extranjero. No producen el propio porque es demasiado caro hacerlo. ¿Por qué? Porque este acuerdo fue firmado a pesar de la oposición de la población. Y cuando esta oposición creció demasiado como para detenerla, los gobiernos de Estados Unidos y México inventaron una estratagema llamada «vía rápida».
     Según la experiencia mexicana, «vía rápida» significa «en secreto», «a espaldas de la población, sin protecciones para los trabajadores de ninguno de los países firmantes, ni del medio ambiente en ninguno de los países signatarios».
     Eso es lo que los legisladores republicanos parecen estar haciendo en este momento al no realizar audiencias con ninguno de nosotros. Parece que están renegociando al TLC ahora sin ninguna protección para los trabajadores ni para el medio ambiente, con un gobierno mexicano ampliamente repudiado, ampliamente impopular, el cual solamente representa a los oligarcas y a los capos del narcotráfico, no al pueblo de México.
     El TLC solamente aumentó la inmigración a los Estados Unidos, activando la economía norteamericana con mano de obra barata en condiciones de parcial esclavitud. Si te deportan y te regresan a tu país, es imposible que tus precios como pequeño agricultor compitan con los precios importados y de las grandes empresas corporativas: cortesía del TLC. Por tanto, no hay futuro para ti.
     Ésas son las cosas que los pactos secretos tratan de que ignores hasta que sufras a causa de ellos y no tengas manera de protegerte a ti y a tu comunidad contra ellos.
     Publiqué un libro colectivo, Salinato Versión 2.0, sobre la maquinaria de propaganda que nos derrotó en México. Cubre la inversión de propaganda, los sobornos a todos los periodistas e intelectuales que apoyaron al TLC y el respaldo de Carlos Salinas, quien firmó el TLC. Invité a algunos de los mejores periodistas, tanto en México como en Estados Unidos, especialistas en medios de comunicación mexicanos y arte y cultura mexicanos, para hablar de los efectos del TLC. Retrata el verdadero rostro del TLC: el rostro humano. No es un rostro bonito, permítanme decirles.
     En una sección titulada Cómo el TLC arruinó mi vida, Marco Vinicio González entrevistó a una mujer llamada Esperanza, originaria de Las Palomas, Puebla. Cito a Esperanza:

«Cuando salí de mi casa ese día mi mamá y mi abuela me dieron la bendición en el patio. Lloramos las tres, todavía lo recuerdo y se me aprieta el estómago. Yo estaba decidida a irme al otro lado. Mi hijo se quedó allá en mi casa, con mi mamá y mi abuela porque mi esposo también se fue pa’l otro lado […]. Las cosas se fueron poniendo muy feo [desde que empezó el TLC]. Todos mis hermanos y mis primos se tuvieron que ir del rancho...  Yo intenté trabajar en una maquiladora de ropa en Puebla. Pero tenía que gastar en pasajes y comida porque no estaba tan cerca. Yo salía de mi casa a las 4 de la mañana para llegar más o menos a tiempo al trabajo [a una de esas maquiladoras que les quitaron empleos sindicalizados a los Estados Unidos].  Entonces convencí a mi mamá y a mi abuela que me dejaran probar suerte. Yo les dije que mandaría dinero para que cuidaran a Julián, mi hijo, que entonces tenía dos añitos [sollozos]. Cuando llegué a Tijuana me dio mucho miedo, no conocía a nadie, era una ciudad muy grande... Duré varios días buscando al pollero que me habían recomendado, hasta que por fin lo encontré. Pasamos varios días tratando de cruzar.  Un día, por fin, al anochecer pasamos, pero los helicópteros de la migra nos echaron la luz y todo mundo corrió por donde pudo. A mí me agarró un migra.   Me metió en una camioneta donde llevaba a otros pollos. Luego se paró en un camino donde encontró a otra camioneta de la migra y traspasó a todos, menos a mí... Al principio, fue amable conmigo. Me llevó a un motel en Chula Vista y ahí me hospedó. Me dijo que me iga a ayudar, pero  una noche llegó borracho y me violó... Cuando él se fue y cerró la puerta con llave desde afuera. Yo tenía mucha vergüenza, me sentía sucia, me quise matar, pero no sabía por qué…»
 Mientras esta mujer sufría, México fue capaz de producir al hombre más rico del mundo según la revista Forbes. Durante varios años consecutivos, un oligarca, el magnate mexicano Carlos Slim, fue el hombre más rico del mundo.
     Ahora bien: ¿cómo es posible eso? Cuando ustedes ven la historia de esta mujer, lo último que se pueden imaginar es que provenga del mismo país que Carlos Slim, incluso cera de la ciudad donde el hombre más rico del mundo amasó su fortuna en cuanto el TLCAN entró en vigor, en 1994. La verdad es que Carlos Slim no hizo su fortuna de nada que haya él producido, sino destruyendo sindicatos y privatizando los servicios públicos. Ésa es la cara del TLC sin el consenso del pueblo. Es la cara de la injusticia. Por favor, no la hagamos otra vez.
     Los insultos de Trump contra los mexicanos le ayudaron a convertirse en presidente de los Estados Unidos, porque el odio siempre es más fácil que la comprensión. Logró sembrar con éxito la semilla de la intolerancia porque siempre se requiere menos pensamiento y menos esfuerzo sencillamente culpar a otras comunidades, a los inmigrantes, a otras religiones, a otros colores, a la otredad en general.
     La principal razón por la que hay inmigración no es la falta de control en las fronteras ni la falta de muros, sino estos malos acuerdos comerciales como el TLC, negociados en secreto, con gobiernos que no son democráticos. Por favor, no lo hagamos otra vez.



*Testimonio pronunciado el 24 de julio de 2017 por Malú Huacuja del Toro en una audiencia sobre el TLCAN en Brooklyn, Nueva York, organizada por la diputada Nydia Velázquez. La versión original en inglés se puede leer aquí.

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