sábado, 15 de julio de 2017

Partes suprimidas, condensadas o “extras”

Recientemente borré todos mis escritos  de Facebook durante ocho años hasta mayo, no para privar a mis lectores de ellos, sino para separarlos de los territorios virtuales del señor Zuckerberg y ponerlos a la vista de otros nuevos ojos en distintas plataformas. Como algunos se habrán dado cuenta, desparramo mis palabras en busca de aquellos que las necesiten, abriéndome paso entre quienes se cuidan de usarlas para sí, escondiéndolas con recelo, peor que si fueran suyas para que no los vayan a descubrir sus jefes o gurúes o adoctrinadores morales o políticos, o simplemente sus sobornadores.
A fin de cuentas, está visto que mis palabras no se quedan por años en un solo lugar, ni geográfico ni virtual...
En ese proceso de descentralización, hoy les comparto las partes que no aparecieron en una entrevista que me hicieron recientemente en el periódico la Crónica, pues era para un EXTENSO Y CERTERO REPORTAJE QUE MUCHO AGRADEZCO, ELABORADO POR EL PERIODISTA ANTONIO DÍAZ. 
Obviamente, por falta de espacio en el propio reportaje, no se pudo publicar todo en papel, pero ahora las redes sociales cibernéticas nos permiten compartir las partes que por distintos motivos no se pueden usar completas en las entrevistas. Tómenlo como los “extras” de las películas y disfruten.

Partes suprimidas, condensadas o “extras”


Sobre cómo fue que decidí incursionar en la novela policíaca:


Me gusta la intriga y me apasionan las distintas formas de estructura dramática. En aquel entonces estudiaba la carrera de lo que se llamaba Literatura Dramática y Teatro, pero sentía que el aprendizaje de estructurar una obra o una historia era algo muy distinto del conocimiento teórico (que tampoco considero perjudicial ni del que reniego absolutamente, pero que no me parece suficiente). Decidí explorar el género porque además me pareció de lo más adecuado para la historia que quería escribir, que era una parodia sobre la picaresca intelectual de la generación del 68 y que se llamó Crimen sin faltas de ortografía. Le fue muy bien de ventas y de crítica, pero mal con los admiradores de los líderes de la generación del 68 que en aquel entonces eran muy dogmáticos y tenían poco sentido del humor. Por otra parte, el público estaba ansioso de encontrar un libro con el que pudiera aliviarse, intrigarse, carcajearse y compadecerse. Eso fue lo que les dio mi novela por irreverente.



   En aquellos años, muchos líderes de la generación del 68 estaban tomando el poder sin imaginación, contrariamente a lo que habían soñado de llevar la imaginación al poder. Eran, por tanto, muy dogmáticos y cuadrados, también respecto a la novela policíaca, que habían encajonado como “de derecha e izquierda”. Según ellos, la novela “derechista” era “de enigma”, y la novela de izquierda era la negra, porque sus icónicos fundadores norteamericanos eran progresistas que habían sido perseguidos por el macartismo. Se la pasaban en esa estéril discusión y según ellos escritoras como María Elvira Bermúdez, primero, y yo, aunque más joven, éramos —siempre según ellos— unas reaccionarias “de derecha” por escribir novela enigma. Todavía no les descubría Umberto Eco con El nombre de la rosa las infinitas posibilidades de una historia de enigma que no necesariamente es derechista: todo lo contrario. Eco, además de contar una entretenida e ilustrativa historia policíaca de enigma, retrata alegóricamente a un ciego como el poder del Vaticano en la Edad Media para privar del conocimiento a la población iletrada.
     A mí me cautivaban las herramientas narrativas que ofrecía ese subgénero y no me parecía que debiera supeditarse a una ideología.

Sobre las dificultades, como escritora y mujer, para incursionar en el género:


Una vez publicado mi libro, mi familia no me lo perdonó, y ese encono, lejos de olvidarse, se fue acendrando con el tiempo. Hasta la fecha se ha acentuado la censura en cierto diario donde mi cuñado ocupa puestos directivos. Desafié lo que se esperaba de la mujer en aquellos tiempos y eso se castiga. Pero, por otra parte, aunque fui acosada sexualmente (tal como cuento en el texto Mi primer acoso) durante el Primer Congreso de Literatura Policíaca que organizó Taibo II junto con sus secuaces mexicanos y cubanos en Querétaro, creo que la discriminación no sólo se debió al hecho de que fuera yo mujer sino a la irreverencia con la que me dirigía a la cultura priista y a las vacas sagradas del 68, educadas en el priismo.

Sobre la época que me tocó vivir en mi juventud:


No acababan de creer que existiera yo ni que me atreviera a cuestionar todo lo que ellos reverenciaban, y que además fuera capaz de escribir novelas “completas”, siendo mujer. Creo que todavía, los que quedan vivos, no logran entender que yo siga presente en el mundo de las letras y que haya sobrevivido literariamente a bastantes colegas suyos. Estaban acostumbrados a que las mujeres mexicanas fueran sus secretarias, las madres de sus hijos y sus groupies, no otras colegas como ellos. Era algo que podían aceptar de las norteamericanas o las europeas (si te fijas, las dos mujeres periodistas y reseñistas emblemáticas de la derecha y la izquierda de aquellos tiempos eran ambas francesas). A mí, mexicana nacida en México que no había hecho carrera por ser hija o esposa de alguien y que se había escapado del hogar familiar, no sabían cómo tratarme si no era vejándome o borrándome del mapa. Aún ahora siguen siendo numerosos los esfuerzos que hacen por quitarme mi crédito.  Así que era una discriminación que me enorgullecía. Ya expliqué a qué considero que se debió el éxito de mi primera novela.

Sobre a qué escritor o escritora actual, de novela policiaca y novela negra, sigo:


En la era digital, cabe aclarar la diferencia entre “seguir” en la arena de los gorjeos virtuales (Twitter) y “seguir” como lector… Lo digo porque hay gente que se acerca diciéndome que “me sigue” y en realidad no hace más que pulsar el botón de “seguir” en cuentas de redes sociales  que no dicen nada de mí ni de mis libros, y que no está dispuesta a leer mis novelas porque cree que se las ahorra “siguiéndome” en Facebook. Yo sí “sigo” como lectora a todos los escritores de novela negra y policíaca que me gustan, en tres idiomas, y soy gran admiradora de Caryl Férey, a quien leo en francés.

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