jueves, 14 de septiembre de 2023

"Al final del patriarcado" novela reflexiones

lunes, 29 de mayo de 2023

Novela TODO ES PERSONAL desde NY en el encuentro de literatura policíaca...

viernes, 9 de diciembre de 2022

FELIPE GARRIDO, ROBERTO FIESCO Y CARMEN G. BERMEJO PRESENTAN "TODO ES PERSONAL"

sábado, 19 de marzo de 2022

De cuando los rusos hacían cola para entrar al primer McDonald's y Luis de Llano abusaba de Sasha

ERAN LOS TIEMPOS EN LOS QUE LOS RUSOS HACÍAN LARGAS COLAS PARA ENTRAR AL PRIMER MC DONALD'S EN MOSCÚ, como signo de la llegada triunfal del capitalismo. 


En ese entonces, el pueblo ruso estaba enloquecido por las telenovelas de Verónica Castro...

Se enojaron mucho conmigo porque fui la única mexicana que estuvo ahí, no para celebrar el fenómeno sino para reportear que se debía a una cuestión racial muy básica: en Rusia, cualquier trabajadora doméstica es rubia de ojos verdes, como Verónica Castro. Las televidentes no entendían que, en México, las empleadas de la limpieza son mayoritariamente indígenas. Que su piel es del color de la tierra. Que se burlan de ellas porque su idioma natal es prehispánico. Que los patrones no se enamoran de ellas ni se quieren casar con ellas. En todo caso, las violan, o mandan a sus hijos a que “se estrenen” con ellas (y las violen). Tenían que pasar 30 años hasta que vieran “Roma” en Netflix (si es que la vieron, antes de que les quiten Netflix).



Los rusos que nacieron en la misma tierra que Tchaikovski, Tolstoi, Chéjov y Turguéniev creían que yo era maravillosa por ser del país de Fernanda Villeli y Luis de Llano, donde se pudo engendrar una Secretaría de Educación como Televisa con sus telenovelas y sus productores pederastas.

Eran un pueblo engañado… como el nuestro.

domingo, 19 de septiembre de 2021

Entrevista completa con Carmen Aristegui sobre mi novela "Al final del patriarcado"





 https://aristeguinoticias.com/1009/aristegui-en-vivo/entrevistas-completas/los-invito-a-vislumbrar-el-final-del-patriarcado-el-nuevo-libro-de-huacuja-del-toro-video/?jwsource=cl

LA GENERACIÓN TURRÓN

 

GENERACIÓN TURRÓN, no «de cristal», es como llamo a una estremecedora y dulce mayoría de los novelistas publicados por grandes editoriales después del salinato, pues se formaron en la cultura de «publicadores de libros», más que de escritores de estos. A diferencia de ellos mismos, yo sí los leo. El resultado no es culpa de los publicadores, sino de sus antecesores y antecesoras de mi generación, precisamente, contra cuyas prácticas corruptas tanto luché, y que forjaron un sistema blindado de tráfico de influencias, de «jueces que se premiaban a sí mismos» (Carmen García Bermejo dixit), de derecho de pernada o de sobada de ego y de reseñas intercambiadas por canonjías. Todo eso combinado con la nueva ola digital globalizada de «las venidas del norte» (orgásmicas publicadoras apoyadas por grandes consorcios gringos también, muy grandilocuentes pero igualmente ilegibles). Sus libros presentados por los grandes consorcios editoriales españoles o británicos o gringos son como pasteles con el decorado barroco fabuloso de su sello editorial, pero crudos por dentro…

     Sí: el problema es cuando lo partes y descubres que, al interior, la masa no está ni batida. No te puedes comer los grumitos de clara de huevo con mantequilla y harina. ¿Por qué? Porque ni siquiera tienen corrector de estilo. Nadie los leyó: ni su muy prestigiado editor siquiera. Hay problemas de continuidad de hechos y personajes, sintaxis y hasta puntuación. Nunca tuvieron un mentor, pues sus maestros también tienen miedo de sus protectores y no les dicen la verdad. Lo que tienen es un sistema de porristas pagados alrededor que aplauden y echan confeti, pero que desaparecen cuando tú sí le hincas el diente a la rebanada, adornada por fuera y cruda por dentro… 

     Entonces, en ese salón vacío donde me dejaron todos los que vitorearon pero no leyeron el libro, me doy cuenta de que no es culpa del autor o la autora. El chef ni siquiera sabe que existen pasteles bien horneados. Hace lo que todos los demás chefs: conseguir sala de fiestas y turrón, nada más. Si le dices la verdad, te mira como si se hubiera metido una marciana a su cocina; un ser extraterrestre que no debería estar ahí.  


     Afortunadamente, no todo está perdido: en otros rincones editoriales menos afamados se cocina la literatura que no sabíamos que necesitábamos leer, hasta que damos con ella.



lunes, 16 de agosto de 2021

►¿Qué tan MARXISTA es la aproximación de MARX ARRIAGA a la lectura?◄

En la revista Proceso de esta semana sale una entrevista con el agregado cultural de España al que corrieron por criticar a Marx Arriaga, el actual Director de Materiales Educativos de la SEP. Arriaga se queja de que lo están calumniando y que no lo leyeron. Yo sí lo leí, y lo que dijo es peor de lo que le pusieron en El Universal. En realidad, además de decir que la finalidad de la lectura debería ser exclusivamente «ayudarte a combatir los abusos laborales, la marginación y la violencia de género», Marx Arriaga critica las medidas sanitarias para prevenir la COVID-19. Dice que las señales para separar a las personas infectadas «es otra forma de segregación», y de ahí, directamente, menciona el asesinato de George Floyd, que no tiene nada qué ver, lo cual es una falta de respeto a George Floyd, a sus familiares, y a todos mis amigos que salieron a protestar en Nueva York y en otras ciuddades, poniendo en riesgo su salud, tratando de conservar sana distancia.

Dice que los niños pierden el gusto por la lectura cuando se hacen adolescentes. ¿En serio? Yo lo que he visto es que, en los niños lectores, precisamente se intensifica el interés por la lectura desde los 11 años en adelante. Pero él dice que «los datos» así lo demuestran.

Es pertinente señalar que, si hasta ahora todas las campañas del mundo (no sólo en México) para estimular la lectura subrayan el carácter divertido de esta actividad, es porque compiten con la televisión, los videojuegos y Netflix. Están tratando de explicarte que El ingenioso hidalgo, don Quijote de la Mancha puede ser tan entretenido y gracioso como Chespirito, o más. Pero eso a Marx Arriaga le parece horroroso. Mejor llamar a leer para combatir los abusos laborales. Seguro todos querrán hacerlo en lugar de ver Luis Miguel, la serie.

Lo más asombroso de todo es que, si de verdad leemos completo —por obligación, para no quedar mal con el funcionario de la 4T— El capital de Karl Marx, y si, en seguida, para redondear —también como un deber, sin ninguna finalidad hedonista, aunque su prosa sea una delicia— una obra fundamental de Erich Fromm, Tener y ser (misma a la que quizás Arriaga pretende plagiarse en su galimatías), nos daremos cuenta de una verdad incómoda para los defensores de las purgas intelectuales a nombre de la izquierda: la aproximación de MARX ARRIAGA a la lectura no es marxista, sino cantinflesca.

Y aún así quiere que no nos divirtamos.☺









♦♦Noticia de última hora♦♦
La SRE anuncia que la nueva agregada cultural será  Brenda Lozano, quien se define como feminista. ¿Ustedes creen que le interese leer Al final del patriarcado?










viernes, 30 de julio de 2021

NADIA Y SIMONE: LO QUE EL PATRIARCADO NO TE CUENTA

 Con todo respeto (porque yo sí hice algo de gimnasia olímpica de niña y estudié el deporte; no soy una opinadora más), te cuento algunos datos que los medios deportivos del patriarcado siempre omitirán explicarte:


Nadia y Simone fueron formadas desde niñas por el mismo entrenador, Béla Károlyi. Pocos recuerdan que, después de Montreal, cuando Nadia dejó de ser púber y se convirtió en una bella joven a la que llamaban entonces “gorda”, perdió tan estrepitosamente como Simone: se caía de los aparatos que antes sobrevolaba y andaba tan angustiada como hoy se ve la cara de Simone. No pudo aguantar la presión. Lo que no te explicaban en la televisión es que la joven más famosa de Rumanía era forzada a ser la amante del hijo del dictador Nicolae Ceausescu, si bien llamaban a su relación “romance” (aunque ahora socialmente entendemos lo que significa el acoso sexual desde una posición de poder completamente desproporcionada). Cuando cayó el Muro de Berlín y se empezó a divulgar esta historia, la "puta" era ella, claro.




Los gringos todo lo compran y las Olimpíadas son sólo un despliegue de su poderío económico para hacerse creer en su excepcionalidad como nación. Si pierden en cualquier deporte, compran a los entrenadores que les ganan y se convencen de que son los mejores atletas, no los más ricos (de verdad, si ustedes pudieran ver la televisión de Estados Unidos durante los juegos olímpicos cada cuatro años, y sobre todo, sus comerciales, se doblarían de la risa de ver cómo sirve para reforzarles mentalmente su superioridad sobre el resto del mundo, que ellos suponen “natural” y no meramente financiera y militar). De modo que, cuando Nadia calificó los primeros diez perfectos en toda la historia de la gimnasia, los gringos compraron a Béla y lo pusieron a formar a todas las ganadoras durante dos décadas seguidas —todas púberes cortadas con el mismo molde—, y a “la mejor gimnasta de toda la historia”: Simone Biles.

En el centro de entrenamiento de Károlyi fue donde el médico del equipo de gimnasia Larry Nassar atacó sexualmente durante 18 años a las púberes gimnastas, incluyendo a Simone Biles.

Como vacas ordeñadas por la fuerza, después de la traumática pandemia, en lugar de utilizar el confinamiento para entrenarse y recibir apoyo psicológico, los deportistas fueron forzados a competir en estos juegos olímpicos como si no hubiera pasado nada: como si no hubieran muerto familiares y amigos y no hubiéramos pasado todos por lo mismo.

Simone Biles compareció en Tokio bajo la presión de toda esa historia que el patriarcado te cuenta como “un problema de salud mental” (de ella, claro), y aprovecha para glorificar “la necesidad de incluir la salud mental en el concepto de atención médica”.


domingo, 11 de julio de 2021

¡Ayer fui al teatro, no en Nueva York sino en México!

¡Ayer fui al teatro, no en Nueva York sino en México! Algo bueno tenía que salir entre las trágicas cuentas (y las que faltan) de esta pandemia: teatro en línea a cualquier parte del mundo. La transmisión de la función presencial te permite conmoverte y reír junto con el público, a la distancia. No es teatro, pero te acerca más a la experiencia teatral que una teleserie en Netflix.
Vi Los habladores, escrita y dirigida por David Olguín. Con las estupendas actuaciones de mi queridísima Georgina Tábora, el fascinante Manuel Domínguez, el hipnótico Silverio Palacios, el inacabable Esteban Caicedo, la inolvidable Laura Almela y la siempre enorme Rosario Zúñiga.

Ya les he dicho: la forma como maltratamos a nuestros formidables intérpretes mexicanos es reflejo de lo disfuncional que es nuestro país. Idolatramos a nuestros pésimos futbolistas y llenamos estadios para ver cómo no meten ni un gol, pero tenemos a algunos de los mejores actores teatrales del mundo y ni nos inmutamos. Qué bendición que, ahora, por lo menos, los poquitos espectadores mexicanos que sí valoramos a nuestros artistas podamos apreciar su trabajo desde cualquier estado del país y del mundo. Como dice Adhira en Al final del patriarcado: "Ni siquiera el mal es perfecto”. ¡Algo bueno tenía que ocurrir! A las 8 de la noche hora de Nueva York, me armé con mi tacita de café y me senté en cuarta fila al centro.



lunes, 21 de junio de 2021

Sobre la novela "Al final del patriarcado" para la página ESCRITORAS MEXICANAS

 

Entrevista a Malú Huacuja del Toro

Por Fanny Morán



A veces, la distancia geográfica nos impide relacionarnos de forma personal, pero en tiempos pandémicos, hemos sabido acortarlas mediante los medios informáticos a los que tenemos acceso hoy en día. Esta entrevista en un ejemplo de ello. A través de estos medios, podemos seguir el trabajo de escritoras mexicanas sin perderlo de vista a causa de las fronteras territoriales.  

¿Cómo surgió este libro?

Este libro está inspirado en el primer crimen del nuevo milenio perpetrado por los ejércitos de troles en las redes ciberespaciales durante una campaña electoral para favorecer el voto por un partido: fue el llamado PizzaGate, que ocasionó que un psicópata armado entrara a una pequeña pizzería en la capital del imperio con la intención de matar al dueño de la misma. El hombre había leído muchos memes en Twitter y se había creído que, en los sótanos de las pizzerías, unos prominentes políticos mantenían una red de pederastas. En la realidad, el individuo no logró dar muerte al dueño de la pizzería, pero mi novela está inspirada y, en términos de contexto, bastante apegada a ese suceso, que investigué a fondo […]



Tal fue la fuente de inspiración, pero creo que no responde a tu pregunta. No exactamente. Tú me preguntas cómo surgió.  Para serte honesta, creo que surgió de una inquietud en torno a la pregunta de si la novelística tiene género o no. Muchas de mis novelas policíacas y de misterio anteriores son protagonizadas por una investigadora, una detectiva independiente que por alguna u otra razón hace ciertas indagaciones, y son, obviamente, narradas desde un punto de vista muy otro. Pero no plantean de suyo la posibilidad de que la narrativa en sí tenga género, de la misma manera que ahora el lenguaje incluyente está cuestionando muchas decisiones al hablar que antes ni siquiera nos atrevíamos a pensar: ¿por qué decimos sin pestañear “sirvienta” y “sirviente”, pero somos más reticentes a normalizar la distinción entre “presidenta” y “presidente”, si la regla gramatical aplicable es la misma? Lo repito para quienes juegan a saber mucho de lingüística y reglas sintácticas en estos casos, pero fingen no entender este aspecto: la regla gramatical para “sirvienta” y “presidenta” es la misma. ¿Por qué, entonces, la diferencia? 

La respuesta es muy sencilla, y no es gramatical, sino cultural: porque estamos más acostumbradas a ver y ser sirvientas que a ver y ser presidentas (o vicepresidentas, ¿verdad?, por ejemplo). Y la cantidad de mujeres en la Real Academia de la Lengua Española sigue sin alcanzar siquiera el 10%, aunque somos la mitad de la humanidad. No estamos debidamente representadas en nuestra lengua, ni siquiera en cantidad, mucho menos en calidad.

Que conste que no me refiero al género de las palabras en sí, que yo no cambio porque forma parte del legado de mi idioma, al que amo (la belleza de las lenguas romances, a diferencia de las sajonas, es que las palabras en sí mismas tengan género, porque se derivan del latín). Con excepción de algunos casos y coyunturas en el activismo, como puede ser para subrayar una postura política (como es el caso de la antimonumenta por los feminicidios, en la Ciudad de México, que sirve para distinguirla del antimonumento por los desaparecidos de Ayotzinapa, por ejemplo), no veo por qué haya que homogeneizar en femenino el género de los sustantivos, y por qué la homogeneización deba considerarse “feminista”, si de lo que se trata es de respetar la diversidad sexual, no de eliminarla.

Así pues, no me refiero al género de las palabras, sino de las personas a las que éstas nombran. Hay una historia detrás de esa censura, y esa historia generalmente es de división del trabajo y explotación: “tú a la servidumbre y yo a la presidencia”, es lo que se nos dice implícitamente desde niñas, cuando se le pide a nuestro hermano que se siente y no lave los platos, que “deje que los lave tu hermana”. Es una pregunta que, hasta el siglo pasado, no se planteaba, y si se proponía, ni siquiera se escuchaba, pues quienes la hacían eran mujeres a las que los medios de comunicación y la opinión pública dominante no daban voz ni voto.

Me pregunté, por tanto, qué pasaría si un mismo libro sobre un hecho ocurrido en exactamente la misma unidad de tiempo y espacio (el mismo restaurante, el mismo día, los mismos personajes interviniendo) fuera escrito por un hombre y una mujer. ¿Sería el mismo, o sería distinto? ¿Qué es lo que contarían esas dos novelas? Al final del patriarcado cuenta esos dos libros: uno, escrito por un hombre mexicano muy famoso y poderoso, y otro, la misma historia desde lo que ese libro omitió. ¿Por qué no la contó? Porque ni siquiera la vio pasar ante sus ojos. Es la historia de Adhira. ¿Qué hace que los hombres vean sesgadamente la realidad? Estuvo en la misma pizzería donde ocurrió el tiroteo y entrevistó a las mismas personas a las que una escritora habría interrogado, pero no vio lo mismo. ¿Por qué? ¿Es debido sólo al género o la nacionalidad? Por supuesto que no. Podría ser, pero no lo es. Existe algo más; hay un condicionamiento social, y de eso es de lo que te va a hablar la historia de Adhira, o lo que no fue Adhira. 

¿Qué significa para ti que haya sido publicado bajo este título cuando muchas veces el término patriarcal ni siquiera se nombra?

Me parece un acto muy valiente de parte de mi casa editorial en Barcelona, Ediciones Oblicuas, pues es un título que causa polémica —aunque no debería—, ya que, como bien señalas, hay gente que ni siquiera cree que exista el patriarcado, así como no creen en el coronavirus o el cambio climático. Pero, por otra parte, invita a atreverse a imaginar algo que nos está culturalmente vedado. ¿Cómo sería el final del patriarcado? ¿Qué podría encender la mecha de inicio? Ni siquiera se nos ocurre pensarlo. Y, así como reza el proverbio que “el diablo está en los detalles”, hay muchas costumbres que damos por hechas y que en realidad son privilegios que otorga el patriarcado. Una de esas costumbres, relacionada con el cibersexo, es la que Adhira está estudiando.

El tratamiento del personaje de Adhira llamó mi atención, porque, al final, este sentimiento de culpa es lo que la lleva a buscar a Gino contra los “principios” impuestos por la empresa en la que trabaja. ¿Cómo fue para ti dialogar con este personaje, al que, además, conocemos a través de su legado y las personas que trabajaron con ella?

Adhira era una inventora muy inteligente que se planteaba preguntas incómodas. Por eso encantaba y era venerada por algunos de los programadores informáticos más capaces de Nueva York. Era el alma de los activistas antisistémicos. Como tal, no podía evadir los dilemas existenciales que enfrentaban los jóvenes empleados por los gigantescos consorcios informáticos: ¿qué tan ético es el trabajo que están haciendo, y a quiénes benefician realmente? Al ser aceptados como pasantes o con una plaza se sienten, primero, los más afortunados del mundo de trabajar para colosos como pueden ser Google o Facebook. Pero son chicos listos y, con el tiempo, los más reflexivos tienen que darse cuenta de que no pueden llevar una doble vida: trabajar para el sistema económico de día y contra él desde la oscuridad, a deshoras. Adhira es la cristalización de ese dilema. 

¿Por qué elegir el género de novela para plasmar lo que bien podría ser una ficción, pero que lleva en sus entrañas un dejo o más de la realidad? y ¿a qué te enfrentaste en el terreno profesional y personal al escribir este libro?

Supongo que porque no sólo soy novelista, sino también dramaturga y guionista, siempre me ha fascinado buscar la especificidad en cada lenguaje de expresión y no hacerlo intercambiable: ¿qué tiene el teatro que no puede expresarse en cine y viceversa? Si un libreto cinematográfico puede convertirse en obra de teatro sin ninguna modificación  importante, entonces debería ser teatro, no cine. Si un guion de cine podría ser televisión, entonces no es un guion de cine. Claro que he tenido la fortuna de trabajar con uno de los mejores directores de cine de México, Julián Hernández, y con quien fue una de las mejores directoras teatrales en su momento (con un final muy triste que prefiero no mencionar, pues terminó degradándose en la política y ha sido un desastre, pero eso es otra historia). Lo mismo podría decirse al revés. ¿Qué tiene una novela que no te cuenta una teleserie de Netflix? De lo poco que podemos agradecer a esta pandemia es que la gente está volviendo a leer novelas, una vez que se ha cansado de los atracones de teleseries en línea y que teme —con justa razón— acudir a las salas de cine o de teatro. Muchas confinadas y confinados están redescubriendo el placer de la lectura de un libro completo; recordando lo que es esa interlocución íntima con una historia que no se asemeja a ninguna otra experiencia y que no se reduce a leer tuits o artículos en línea. 

Cuando una novela se convierte en película, no debemos temer “que la novela no se parezca al libro”: debemos esperarlo, porque son lenguajes completamente distintos. Un o una gran cineasta puede hacer una gran película de un libro mediocre, y viceversa: se puede hacer una película muy limitada basada en una gran novela, si el “traductor”, en este caso, el guionista, no entiende que son lenguajes completamente distintos y que, por tanto, requieren otro medio de expresión. 

Como traductora, y como escritora bilingüe esto se extiende a la especificidad en los distintos idiomas también. Es un objeto de estudio fascinante para mí.

En la novela podemos encontrar una multiplicidad no solo de culturas cohabitando en un país, también de temas como ciencia, religión, política, así como crítica social, política, ámbito editorial, ¿qué ha significado para ti poder plasmar el contexto en el que escribiste Al final del patriarcado?

A mí me gusta llevar a mis lectoras y lectores por las mentes aventureras, no sólo porque soy una emigrada afincada en Nueva York. Esto lo hacía desde Un Dios para Cordelia, que es una novela contada por unos dioses creados por los hombres y no al revés, los cuales exploran distintos planetas, y que escribí desde mi buhardilla en la Ciudad de México. Y desde ahí también escribí la Herejía contra el ciberespacio trata de un personaje, Desertor, que escapa de las páginas de un libro y se lanza a viajar por el espacio sideral, donde conoce muchos universos al revés. Me inclino por la novela exploratoria, fantástica, de ciencia ficción política, supongo que como parte de la contracultura a la que pertenecí y di voz, pues las escritoras oficiales de México hablaban del mundo doméstico como algo inherente al “ser mujer”. Hasta la fecha, las escritoras fabricadas y promocionadas por los consorcios editoriales cultivan un costumbrismo de Disneylandia, lo que yo entonces llamaba “la apología del trapeador”, en la que se exalta la doble explotación laboral como inherentes a “lo femenino y lo mexicano”: la cocina, el cuidado infantil, la lavandería y los rituales que adornan de un ambiente bucólico esa explotación, como son las tradiciones pueblerinas, la hechicería y la brujería. Por supuesto, desde esos pedestales de las letras oficiales mexicanas no se pueden escribir distopías porque se está conforme con ese mundo, ya que lo narran escritoras muy privilegiadas y que han hecho trampas para llegar a donde han llegado: han participado en el tráfico de influencias de la política. Otro motivo del costumbrismo de Disneylandia es que también hay un interés comercial en atraer un público con más poder adquisitivo y es el de las chicanas. A ellas van dirigidas estas historias glorificando desde la cocina mexicana de aquel entonces hasta la bruja del pueblo, ahora, pasando por Coco, la película de Disney, porque en Estados Unidos hay millones de lectores potenciales en busca del rescate de su tradición indígena, de un pasado mítico y por tanto inmutable, de un regreso a un mundo donde todo fue perfecto. Por supuesto, ahí tampoco puede haber inconformidad. Es el mundo ideal del que el chicano se siente arrancado y para ese público están escritos estos libros, pero también por ese folclorismo no se puede profundizar, se tiene que barnizar de perfección y no reflejar la realidad del mundo indígena ni mucho menos de, por ejemplo, las mujeres otomíes que hoy ocupan el INPI en la Ciudad de México. Esa literatura que en los años noventa se clasificaba como light sí lo es, en efecto. Y es lo que a mí nunca me ha interesado. No, al menos, desde ese punto de vista ni con tales fines. 

Manuscrito de
Al final del patriarcado

¿Cuánto tiempo tardaste en escribir la novela? 

Toda mi vida. Cincuenta y nueve años (acabo de cumplir sesenta).

¿Te fue difícil encontrar una editorial que quisiera publicarla?

En México, la única editorial que me publicaba ya era la valiente Plaza y Valdés, que ya no puede editar nuevos títulos. Tengo siete novelas, pero los críticos literarios y escritores que reseñan no han reseñado ni una, aunque las leen todas, muchas veces porque en los medios donde trabajan tienen órdenes de no hablar de mí. Obviamente no me publicaría ninguna editorial mexicana bajo el control del tráfico de influencias políticas. Por eso la novela está dedicada al México que no hace trampas. Y es que el problema de los concursos amañados en México y en sus zonas de dominio no es tanto que alguien se agencie un premio y una promoción absurda que su libro no se merece. Eso en sí no afecta más que a los perdedores de los concursos, que si son verdaderos escritores y escritoras, seguramente seguirán produciendo una obra de valía. Pero el verdadero daño que hacen a largo plazo esas trampas es al rigor artístico que los escritores deberían defender para mejorar la producción literaria. Eso es lo que se aniquila cada vez que un gran consorcio editorial premia por politiquerías una muy mala novela y pide a escritores y críticos literarios que formen parte del “jurado” para darle prestigio a su concurso, pero por debajo de la mesa les pasa en un papelito el nombre del ganador por adelantado, y cada vez que los propios escritores aceptan participar en esa comparsa para que a ellos les toque otro premio en los próximos años. Y después de ese grandísimo simulacro repetido año tras año, todavía se preguntan por qué en estos tiempos no tenemos otro Juan Rulfo u otra Rosario Castellanos. 

Me da risa mientras te lo cuento, pero es en realidad algo muy triste.

¿Qué esperas de este libro?

Además del reencuentro con mis adoradas lectoras y lectores mexicanos, este libro aparece publicado después de un momento en que un poderoso funcionario del Gobierno en el sector editorial hizo una declaración muy desafortunada, vulgar y machista respecto a la forma como ocupó su puesto, como un conquistador español moderno tomando las riendas del control en México. Y la declaración la hizo en la Feria del Libro de Guadalajara, que es la más grande de nuestro país. Al final del patriarcado hace el viaje al revés: va de México a España —con escala bracera en los Estados Unidos—, a encontrarse con lectoras y lectores españoles, para que conozcan otro tipo de literatura mexicana, de una escritora para la que nada ha sido fácil, que debió aguantar numerosas vejaciones, pasar zozobras y trabajar muchísimo como toda una espaldamojada de la literatura oficial mexicana para poder seguir escribiendo, y que espera que haya valido la pena con tal de que se puedan abrir otros caminos narrativos hasta ahora inexplorados. 

Al final del patriarcado ya está disponible en Amazon, El Sótano y Gandhi

Huacuja del Toro, Malú. Al final del patriarcado. Barcelona, Oblicuas, 2021.

Fuente: https://www.escritoras.mx/entrevista-a-malu-huacuja-del-toro-sobre-la-novela-al-final-del-patriarcado/?fbclid=IwAR3ZJLa909L0On95CQbwUadZL-m1ZMpBC_4ivKYUQWIBisG93dgsDlqHG_Q

lunes, 3 de mayo de 2021

A propósito de pederastas y violadores del partido gobernante: ¿qué es "el consentimiento"?

A propósito de los violadores y pederastas del Partido Morena, la semana pasada, la embajada de Francia en EUA organizó una plática para presentar en inglés el libro El consentimiento, que yo ya leí, de Vanessa Springora, la editora que a los 14 años fue seducida y abusada por un escritor de 50 años, con el beneplácito de la mamá, y que además fue usada por el depredador sexual serial como “musa” de sus exitosas novelas en Francia. La charla fue con la icónica feminista norteamericana Gloria Steinem.  

    ¡Cómo me gustaría traducir ese libro al español! Aunque nada se compara con la lectura, fue muy interesante y alentador ver y oír en vivo a la valiente autora. Tiene una voz más dulce de lo que me imaginé. Habló de las peligrosas distorsiones que se hacen del concepto “consentir" : explicó que no hay consentimiento sin igualdad, pues aunque una víctima de 14 años “consienta” tener una relación sexual, nunca estará en condición de igualdad respecto a un hombre mayor.

    Por su parte, Gloria Steinem señaló que la democracia comienza en la familia: si a una mujer se le trata como una ciudadana inferior dentro de la familia por ser mujer, no puede haber democracia en esa sociedad.

    Al respecto, es relevante preguntarse qué clase de familias antidemocráticas se están formando en el Morena para que haya tanto pederasta y depravado. También cabe considerar que, aunque mayores de edad, las presuntas víctimas de Salgado Macedonio no “consintieron” la relación, pues no estaban en sus cinco sentidos ni en condiciones de igualdad respecto al supuesto “seductor”.

    Lo último que sabemos de estas acusaciones es que el Morena dio por muerta a Basilia Castañeda y archivó su causa pendiente, aunque la mujer está viva. Ella denunció por violación a Salgado Macedonio ante la mal llamada “Comisión de Honestidad y Justicia” del Morena. La Comisión, “por error” la declaró muerta. La broma macabra (o amenaza velada de muerte, tratándose de Guerrero), se cuenta sola.


Vanessa Springora


domingo, 11 de abril de 2021

Tratando de no pensar en Enrique González Rojo

Me da tanta tristeza y rabia que Enrique González Rojo Arthur (EGRA) se haya muerto en el olvido —en gran parte debido a que las Letras Libres de Revisión y Análisis se encargaron de enterrarlo por sus valientes críticas a Octavio Paz durante el salinato—, que trato de no pensar en eso en estos tiempos pandémicos. Desde que se murió, cada vez que me acuerdo de que ya murió, recurro a sus palabras para simular que sigue vivo. Si tuvieran algo de vergüenza, cualquiera de los inmerecidamente galardonados escritores y escritoras de México que más que leer o escribir se dedican al tráfico de premios y canonjías, habrían transferido —o al menos dedicado— alguno de sus reconocimientos espurios a él. Pero no lo van a hacer. No se dedicarían a la compraventa de influencias si fueran gente decente.

Es de esperarse esto y más en la tierra donde un violador muy probablemente sí será gobernador. Resulta lógico que exista un Premio Elena Poniatowska (donde ya nada más con ese nombre yo nunca me animaría a concursar), cantidad de reconocimientos con el nombre de Octavio Paz y hasta salas de cine con el nombre de Monsiváis (que no fue cineasta), pero no un premio literario con el nombre de Enrique González Rojo Arthur. Ni siquiera a sus amigos que están en el poder con Morena se les ocurrió. Porque son unos farsantes. Porque algunos de esos sólo se acordaron de él por coraje y envidia (ellos sí), cuando el poeta tuvo la generosidad de reseñar un libro mío, tras muchos años de guardar silencio en torno a su obra y hacerle el vacío.

Pero a mí sí se me ocurrió. Si sobrevivo a esta pandemia y tengo alguna manera de solventarlo,  regresaré a México (ya vacunada) a instituirlo de alguna manera autogestionaria, aunque no disponga de jugosos recursos monetarios, como hice antes con mi concurso literario para mujeres. Ya sé que cuento con la indiferencia de siempre por parte de muchos de ustedes, pero también con la valiosa ayuda de los menos que valen por más, para que la literatura mexicana no sea ese desierto sólo adornado con enemas y escudos chapulinescos de publirrelacionistas. Por ahora, hablando de autogestión, aquí les dejo su Manifiesto autogestionario. http://www.enriquegonzalezrojo.com/pdf/Manifiest.pdf

miércoles, 10 de febrero de 2021

Adiós a Jean-Claude Carrière

Les voy a explicar unas coordenadas históricas que no aparecen en los folletos turísticos de los artistas invitados al FIC de San Cristóbal de las Casas: uno de los guionistas de cine más renombrados y experimentados del mundo, Jean-Claude Carrière, le dedicó a Luis Buñuel —para quien trabajó en algunas de sus más famosas películas, como Bella de día El discreto encanto de la burguesía— un libro que versa precisamente sobre Chiapas y, en particular, el origen del nombre de la ciudad donde ahora, cada año, los cineastas brindan con vino rojo y comen opulentamente. Se trata de un nombre compuesto: San Cristóbal no fue de las Casas nunca. La ocupación militar de la Corona Española es su nombre de pila, y la compasión, su apellido, puesto así en honor a "ese nombre tumultuoso" —dice Carrière—, el fraile dominico Bartolomé de las Casas.

            El libro se titula, simplemente, La controverse de Valladolid (La controversia de Valladolid, Belfond - Le pré aux Clercs, 1992, adaptado para la televisión el mismo año). Antes de que se apresuren a buscar el enlace en YouTube, permítanme platicarles algo al respecto para que puedan disfrutarlo. Escrito como solo uno de los mejores dialogadores del mundo puede hacerlo, este libro imagina un encuentro (que históricamente no tuvo lugar) entre los protagonistas de la famosa Controversia de Valladolid en la que la Corona y la Iglesia discutieron si los indígenas son o no seres humanos. Obviamente, a los conquistadores españoles, cuyo vocero fue el doctor universitario, Ginés de Sepúlveda —pues también para eso sirven los títulos universitarios— le convenía demostrar que no lo son, para evitarse lidiar con problemas religiosos al extraer sus recursos naturales —como los que se encuentran en la Selva Lacandona hoy en día, en las Cascadas de Agua Azul, por ejemplo, o en las áreas que destruirá el mal llamado Tren Maya, y como el petróleo— y al tratarlos como animales.
            La contraparte del debate estaba a cargo de "un hombre inevitable", apunta el autor, "ya muy célebre": el gran defensor de los derechos humanos de los indígenas, nacido en Sevilla ocho años antes del "descubrimiento" de América.
            La escenificación ficticia está basada en una disputa epistolar que sí ocurrió entre Las Casas y Sepúlveda en 1550 y que fue retomada en 1551. No es seguro que los adversarios se hayan conocido jamás en persona. Hoy, en la era digital, la Controversia de Valladolid habría tenido lugar en los foros virtuales y se habría hecho resonar en Twitter. El debate es una recreación de los textos intercambiados ("seguí escrupulosamente todo lo que pude leer y aprender —indica Carrière en su prólogo—. No inventé ninguna de las consideraciones teológicas, raciales y culturales"). Sigue, además, una forma de moda en aquel entonces: la del diálogo, que es la que a su vez utiliza Sepúlveda en su libro De las justas causas de la guerra, para dictaminar que los indígenas no tienen alma humana. En la discusión, Sepúlveda se troleaba a Las Casas con una argumentación asombrosamente similar a la que hoy se usa en redes sociales para descalificar la lucha zapatista y seguir defendiendo que a los pueblos originarios se les despoje de sus tierras: “No entienden el bien que les hacemos con nuestro progreso —con nuestros hoteles, con nuestro turismo, con nuestros festivales de cine, con nuestro Tren Maya, diríase hoy—; no son como nosotros, tan civilizados; son violentos —o vándalos, diríase hoy, "radicales de izquierda que para mí no son más que conservadores, anunciaríase hoy—, y practican sacrificios humanos”. Bartolomé de las Casas le responde con lógica igualmente aristotélica al traductor de Aristóteles:
            —Si para vosotros los indígenas no son “humanos”, ¿cómo es posible que practiquen sacrificios “humanos”? Si no tienen alma “humana” y son animales, ¿por qué les cubrís los genitales y pedís decoro?
            Sepúlveda pone en labios de Demócrates justificaciones para las acciones de Hernán Cortés a la manera como hoy los funcionarios de Morena  ponen en boca del "progreso" una justificación para que haya más hoteles en Chiapas y, con “suerte”, en un futuro, casinos que atraigan más narcotráfico, sin cambiar de raíz el sistema que no solamente está acabando con el campesinado mexicano sino con el planeta. Son el rostro “razonable” de la guerra de exterminio.
            La pregunta, una vez más es: si ganan ellos, ¿estarían ustedes dispuestos a asistir al Festival Internacional de Cine del Tren Maya recorriendo las Cascadas de Agua Azul donde les proyecten un re-make de La Controversia de Valladolid muy bien filmado y un documental sobre cómo fue la rebelión zapatista en 1994, pero ya sin los molestos pueblos autónomos y con más pandemias causadas por el cambio climático?
    Descanse con toda la fuerza de su inmensa creatividad, valor y empatía, Jean-Claude Carrière.




 



sábado, 30 de enero de 2021

Adiós a los cárteles: una buena noticia para Latinoamérica en tiempos de pandemia

 No sólo es que la pandemia ha perjudicado al narcotráfico tanto como a cualquier otro negocio, sino que, en las elecciones de noviembre de Estados Unidos, se aprobó la siguiente piedra angular en el único camino eficaz y pacífico para acabar con el crimen organizado y que es  convertir la venta de drogas en una industria legal y regularizada, tal como nos demostró el fin de La Prohibición. Eso no acabó con los borrachos, pero evitó que los jóvenes ingresaran y dieran la vida en un ejército clandestino sólo para que alguien pudiera ponerse hasta las chanclas en un Speakeasy (bar camuflado) de Nueva York.


Del mismo modo, la venta de drogas comercial y pacífica no disminuirá su consumo, pero sí acabará con la principal razón de existir de los cárteles latinoamericanos como los nuestros, y de los narcogobiernos a su servicio. ¿Se imaginan un mundo sin un matarife como el inconcebible alcalde de Iguala, José Luis Abarca, quien preparaba una fiesta la noche en que desaparecieron a los 43 de Ayotzinapa con la ayuda del Ejército mexicano, y hasta del secretario de Defensa de aquel entonces, Salvador Cienfuegos, sólo para vender unas toneladas de heroína en Chicago?



Ese mundo es ya posible. Como todas las buenas noticias importantes, ésta también quedó enterrada por el berrinche y la consecuente la revuelta del Demonio Anaranjado con sus supremacistas blancos. Pero será quizás menos fortuita de lo que parece: el estado de Oregon legalizó el consumo y venta, con fines recreativos, no sólo de la mariguana, sino de todas las drogas.

Es el principio del fin: pese a todos los cabildeos impulsados por la industria armamentista, al igual que con la marihuana, cada vez más estados aceptarán que el turismo drogo puede ser tan redituable como las guerras por drogas, y que hay una mina de oro en hacer la paz que los hippies de los sesentas pregonaban. Y, sobre todo, que Oregon le está haciendo la competencia comercial a California.



Será así finalmente como se acabe con el absurdo de tener a México convertido en una fosa común y un campo sacrificial de periodistas, sólo para que un gringo se inyecte o inhale o ingiera su nirvana*. Lo que, además, representa otro disparate en el desquiciado discurso oficial del país que se precia de ser la tierra de las oportunidades, la libertad y los derechos para todos: si tan felices son los gringos, ¿por qué necesitan drogarse tanto? Si las vidas de los famosos de Hollywood y las estrellas de pop son el paraíso, ¿por qué sólo pueden sobrellevarlas con estupefacientes?

América Latina es la distopía real y necesaria para la felicidad norteamericana que, de suyo, no existe.


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*Como en redes es preciso aclarar obviedades, apunto: no tengo prejuicios morales contra las drogas. He consumido drogas y seguiría haciéndolo, si no fuera porque me di cuenta de que era una contradicción oponerse al narco y, al mismo tiempo, hacerle el gasto 👀.


Traduciendo para Chomsky y Sicilia.


martes, 22 de diciembre de 2020

Heroínas de ficción y rebeldía en la escritura

"HEROÍNAS DE FICCIÓN Y REBELDÍA EN LA ESCRITURA"
Charla con Malú Huacuja del Toro organizada por la Casa de la Cultura Jorge Cuesta de Córdoba, Veracruz
PARTICIPAN las protagonistas de Rencor tatuado
Diana Lein
Sissa la Diva
y las anfitrionas:
Teresa Morte y
Guadalupe La Chinaca









sábado, 7 de noviembre de 2020

Malú Huacuja del Toro muestra audio revelador| Reflexión sobre negacionismo de las privilegiadas


"Detrás de un gran escritor siempre hay una mujer, o varias, limpiando su casa y los pañales de su hijo. Detrás de una escritora siempre hay un hombre, o varios, tratando de que se calle, incluso, a través de otras mujeres que no han aprendido la lección de la historia y ponen su voz al servicio del patriarcado". Reflexiones en el Foro "Utopías y distopías feministas", 6-nov-20, durante la tercera jornada "Palabras transformadoras: de la realidad inquietante a la ficción insólita". La mesa redonda, organizada por el Colegio de San Ildefonso, la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM y la Coordinación de Igualdad de Género de la UNAM se puede ver en este enlace: https://www.facebook.com/literatura.unam/videos/450089872626892

martes, 25 de agosto de 2020

Diálogos del miedo: entrevista de Víctor Roura con Malú Huacuja del Toro desde NY, en el centro de la tormenta viral

 Esta entrevista realizada por Víctor Roura apareció originalmente en Notimex el 5 de mayo de 2020

Diálogos del miedo




Víctor Roura

[Con la novelista, dramaturga y guionista de cine Malú Huacuja del Toro (Ciudad de México, 1961) conversamos sobre la enfermedad mundial, ella desde Nueva York, exiliada allá voluntariamente desde hace dos décadas, yo en mi encierro capitalino. Malú tiene libtros de novela policiaca, de ciencia ficción, sobre asuntos fílmicos, de crónica, de cuentos… Con la escritora era ineludible el tema de las mafias culturales, porque precisamente fueron éstas las que la orillaron a vivir fuera del país]

 Malú Huacuja del Toro: desde Nueva York, en el centro de la tormenta viral

“Toda decisión tiene un precio…”

―Muchas calamidades te orillaron a radicar en Nueva York, Malú. Más allá del amor, influyeron las mezquindades literarias que te sumieron en hondas reflexiones. ¿Las infamias culturales se alojan en cualquier parte, sin importar creencias, ideologías o partidismo político? En estos momentos, por ejemplo, vives en el mero centro del huracán sanitario…

      Efectivamente, nosotros no nos quedamos en Nueva York porque fuera bonito: claro que es una ciudad bella, pero para pasear, no para vivir. Si no eres millonario (o arrimado a un millonario), la cotidianeidad dentro de la tarjeta postal que se ve desde fuera es sumamente hostil y deshumanizada. Por eso durante tantos años mandaba a México para el espacio que tú dirigías, generosamente invitada por ti, una columna que se llamaba “Antipostales de Nueva York”. La verdad es que fue una decisión política y estratégica, más que romántica: nos quedamos aquí porque desde este punto geopolítico yo tenía más movilidad para seguir denunciando lo que siempre he denunciado, escribiendo lo que otras escritoras poderosas de mi generación ocultaban en México y abriendo los espacios que otros y otras cierran en el quehacer artístico y cultural en nuestro país. Ahora mismo, 20 años después, esto sigue siendo verdad: apenas ayer [miércoles 15 de abril] anuncié los resultados de una selección de muestra de cine feminista (FemiNYsta–Filming Eve Multicultural & Intersectional / NY Screenings To All), que organicé en estos tiempos de construcción de muros y patrullas fronterizas antiinmigrantes, tendiendo verdaderos puentes entre mujeres cineastas y artistas de México y Estados Unidos, derrumbando las barreras de la xenofobia y el racismo, sin ayuda de ninguna institución ni fondos de nadie, en un lugar que me prestaron porque ya conocen mi trabajo de crítica política y feminista. Contamos con la participación de mujeres cineastas de Turquía, Sri Lanka, Italia, Francia, Croacia, Colombia, Canadá, Reino Unido y Suecia, entre otros países. Y poco antes de que estallara la pandemia se estrenó en México la película feminista Rencor tatuado de Julián Hernández con guion mío, que es una historia que comencé a escribir hace 20 años inspirada en los policías violadores en la Ciudad de México, y que en 2020 cobró una lamentable vigencia. Es algo que no habría podido lograr si no me hubiera mantenido viva y con movilidad.

      “Toda decisión tiene un precio y yo lo pagué, pero hasta el momento ha demostrado que sirvió a un propósito. Es muy emocionante poder brindar un pedacito de esperanza y la alegría de la comprensión no sólo a mis compatriotas, sino a tantas mujeres feministas de todo el mundo en un momento tan desastroso. Sobre todo en tiempos así, en medio de tanta muerte. Es una forma de abrazarnos a la distancia en un momento en que salir a la intemperie es, literalmente, cuestión de vida o muerte, sobre todo aquí en Nueva York, ya el epicentro de la pandemia. Es sumamente difícil, insoportable, a veces, lo que estamos pasando, y precisamente por lo mismo la cosecha artística cobra otro sentido para quienes nunca dejamos de trabajar y siempre supimos que llegaría el invierno.

      “Por lo demás, es curioso que tanto haya yo escrito narrativa de ciencia ficción política y termine viviendo en una distopía similar a la de mis historias. Quizás por eso no me sorprende. Es como si estuviera viviendo dentro de alguna de mis novelas, Un Dios para Cordelia o Crueldad en subasta. Ya nada más falta que me plagien mi propia experiencia”.

 


Adentro de una película de ciencia ficción

―En estos momentos Estados Unidos, en efecto, es uno de los países más agravados por la epidemia mundial, el centro de una narrativa de ciencia ficción, como en tus novelas. ¿Cómo vive esta atroz circunstancia una novelista mexicana radicada en Nueva York como tú?, ¿la enfermedad hace mirar más allá de las fronteras?, ¿la escritura se detiene, Malú?


      Digo que estamos viviendo dentro de cualesquiera de las muchas películas de ciencia ficción que se han hecho sobre pestes, bombas nucleares y cambios climáticos en Nueva York porque la ciudad está desierta y salir a la calle es, literalmente, un asunto de vida o muerte, igual que si el aire fuera radioactivo, como en la ficción. Aunque Paty Navidad no lo crea (yo tampoco me creo que ella se llame así), es verdad que los hospitales y las fosas comunes están rebasados, que lo único que se escucha día y noche son sirenas de ambulancias y que los camiones refrigeradores de cadáveres ya no son suficientes. Ya todos tenemos un amigo o conocido cercano que ya perdió a alguien muy querido o que ya está llorando la muerte de un familiar.

      “Además, no es sólo a la muerte a lo que se le teme, pues es una enfermedad muy dolorosa. Un amigo cineasta documentalista, escéptico, ateo, muy cercano y entrañable, al que le traduje una película al español, tiene Coronavirus y, como buen realizador, estuvo transmitiendo su agonía en el hospital. Didáctico él, nos mostró cómo se quedó abandonado en la sala de emergencias toda una noche, casi muriéndose, porque verdaderamente los hospitales no se dan abasto, y el proceso del virus que consume tus pulmones, aunque lo sobrevivas, es un verdadero martirio. Nadie quiere pasar por eso: aunque no se muera uno.

      “De modo que salir a la calle, aunque sea sólo para conseguir algo de comer, se hace con la conciencia de que cualquier error de protección te puede costar la vida. Y digo que además parece novela mía porque no es una película hollywoodense en la que una familia blanca y rica pierde al perrito: la realidad impone su propio comentario político y social sobre la profunda desigualdad de la riqueza, pues los multimillonarios y los oligarcas se fueron a sus casas de campo mientras aquí se queda atrapada la gran mayoría de la población que trabaja para ellos; esto es, mexicanos e inmigrantes en general de todo el mundo. Y como viven hacinados en departamentos pequeñitos para ahorrar la renta y mandar dinero a sus familias, están infectándose por montones. Y como son indocumentados, no tienen seguro médico ni acceso a las pruebas. Y aunque lo tuvieran, ¿qué caso tiene atenderse si no hay cura y los hospitales están rebasados?

      “Hace dos años el presidente Trump, que ganó la presidencia con un discurso de odio hacia los inmigrantes, desmanteló el Directorio de Seguridad Nacional especializado en pandemias para dar exenciones de impuestos a los millonarios”.

 

La disolución de la oficina especializada en pandemias

―Sí, pareciera que esta enfermedad mundial va a favor de sus propuestas racistas. Obama acaba de declarar que esta calamidad ya se veía venir por la gente desinteresada en la problemática del calentamiento global. Y ya sabemos quién no cree en estos asuntos terrenales. El cuadro que puntas, Malú, es aterrador: contrariando a Darwin, la eliminación de las especies es debido a la tasa del poder económico que mantengas en la sociedad. Por eso Estados Unidos ahora huele a muerte por descuidos visiblemente políticos…

      De hecho, Trump disolvió la oficina especializada en pandemias porque la creó Obama. La ironía es que el actual presidente norteamericano debe su triunfo y su popularidad a su discurso de odio contra quienes en la pandemia son considerados “trabajadores esenciales”: los mexicanos, los hondureños, los guatemaltecos, los chinos, precisamente. Es increíble…

      ―Nueva York, Malú, es prácticamente ahora la segunda ciudad que te cobija en el mundo. Pese a las evidencias de la discriminación y el racismo acuñados en Estados Unidos, la cultura se mueve acaso de manera más democrática que en otras naciones (la muestra de cine feminista que acabas de organizar hubiera sido más difícil de llevar a cabo de hberla realizado en la Ciudad de México, me parece), ¿pero cuando se desata esta furia pandémica qué acontece en la atmósfera artística?

     ―Sí. La otra Nueva York, la rebelde, es la que me cobijó pues a pesar de todas las dificultades económicas, aquí es donde se cocina la contracultura, de la cual siempre he formado parte. El resto del país, pues en gran parte es el que votó por el Demonio Anaranjado, como yo le llamo al emperador. Pero aquí, en realidad, no hay más censura que la económica, ya que es una de las ciudades más caras del mundo. Los locales y los materiales para los proyectos tienen precios prohibitivos. Yo tuve acceso a este espacio a un costo accesible porque ya me conocen; ya me presenté ahí con un monólogo que se llamaba Quijota en tiempos de Trump¸ que escribí cuando Trump fue elegido (y que forma parte de un espectáculo teatral más amplio sobre la versión femenina del Quijote que tengo planeado para el próximo año con unas actrices maravillosas, si es que sobrevivimos a todo esto… en fin). Es un teatro bar con sala de proyección, donde se presentan excelentes músicos de jazz y muchos eventos de teatro independiente. Me recuerda las grandes épocas del Bar El Hábito, donde trabajé los cinco primeros años de la década de los noventa, que no es por nada pero fue la mejor etapa. Aquí todos los fines de semana actuaron (hasta antes de la pandemia) algunas de las y los mejores comediantes de cabaret político feminista contracultural.

      “En estos momentos me interesa mucho deslindar el feminismo del discurso al que el patriarcado en México lo ha querido reducir, desvirtuar, satanizar y hasta caricaturizar, en su lucha de poderes, y con este esfuerzo las mujeres de México y de Estados Unidos derrumbamos los muros y tendemos puentes sin pedir permiso. Además, si me da Coronavirus a mí aquí mañana, ya tengo todo arreglado para que mujeres más jóvenes continúen este esfuerzo.

      “No puedo pedir más en un sistema que me quería muerta hace dos décadas. Las mafias culturales mexicanas efectivamente convirtieron en pandemia desde hace mucho. Y que no digan que son de ahora o de antes, porque siempre han sido transexenales, apoyen al candidato que sea”.

 

De las mafias culturales

―Estas viejas mafias, Malú, estpan viendo diluir ahora sus privilegios con el traspaso del Fonca a la Secretaría de Cultura federal para dejar de ser un fideicomiso particular, y ya hay demasiados gritos por ello, un sistema que jamás te apoyó, por ejemplo…

       ¿Será posible que se les retire la beca vitalicia a quienes discrecionalmente recibieron esos subsidios transexenales? Yo lo dudo muchísimo porque, como te dije, las mafias culturales son transexenales y multipartidistas. Alguna vez un contertulio me dijo algo muy ilustrativo: “Veo en tus denuncias demasiados nombres de gente a la que yo ni conozco y consideraba buena de oídas”. “Eso sólo quiere decir que tengo demasiados años vividos”, le contesté…

      “Porque, en efecto, a las generaciones de hoy les costaría trabajo entender que nuestra queja nunca fue que no se apoyara el trabajo artístico ni se otorgaran subsidios a los artistas, empezando por los más necesitados. Lo que no queríamos eran becas vitalicias a dos premios Nobel de Literatura que ya eran ricos, por ejemplo, como se hizo en tiempos de Salinas de Gortari, y para ello lo que se exigía era que la selección no estuviera regulada por algo más que el dedazo y el amiguismo: por una Secretaría de Cultura, por ejemplo.

      “¿Pero cuánto tiempo nos tardamos en lograr que el Conaculta se convirtiera en Secretaría de Cultura?  Y digo nos tardamos porque yo me incluyo en esa lucha y es una de las razones por las que me autoexilié. Incluso, en el sexenio pasado edité un libro al respecto (por eso me da mucha risa que los troles me pregunten precisamente a mí: ‘¿Y tú qué hiciste el sexenio pasado y antepasado?’, cuando no he dejado de trabajar para el otro México, pero eso es otra historia). Gracias a eso se empezaron a incorporar proyectos que antes no existían y trabajos de servicio social hechos por los becarios, que antes eran impensables.

      “Lo he dicho 20 años, pero si me lo preguntas lo respondo de nuevo: el Conaculta fue creado por Salinas como una súper institución por encima de la ley. Esto hacía también que muchos de sus artistas se sintieran por encima de cualquier ley, porque lo están, especialmente los becarios vitalicios. Por eso era tan importante que se convirtiera en Secretaría y que el Fonca sea una dependencia de una Secretaría regulada para crear proyectos en los que haya empleos para los artistas y público para sus obras, lo que requiere subsidios para sus producciones, difusión y programas educativos para generar ese público, como hicieron hasta más eficazmente los programas del ISSSTE llevando teatro y danza a las Casas de la Cultura, y no era ‘arte popular’ nada más, sino también ‘elitista’ (por poner esto en lenguaje de redes sociales). Era una lucha contra la Televisa monopólica de aquel entonces. El artista lo que quiere, más que la beca, es trabajo constante en lo que bien sabe hacer, y el creador lo que quiere es un público para su obra. Pero se quitó el presupuesto a eso y se entregaron becas a quienes menos las necesitaban (como dos premios Nobel, uno colombiano).

      “Estoy hablando de los orígenes de esta institución, no de los artistas que después sí han trabajado y que merecen tener subsidios en todas partes del país. Ellos saben lo que han hecho y que no me refiero a ellos, sino a los verdaderos pillos.  De ahí lo que fue mi otra demanda, durante 20 años desoída: si tú pides un préstamo, una tarjeta de crédito, el banco te hace preguntas sobre tu situación socioeconómica. No sé por qué se enojan de que en un país con tales desigualdades económicas se requiera un programa en donde sí incluya la situación socioeconómica del solicitante de la beca, pues a mí me consta que se otorgaron becas del Fonca a gente que tiene casa propia en Nueva York. ¿Sabes lo que necesita para tener casa propia en Nueva York, lo rico que tienes que ser…? No te lo puedo ni describir. Entonces, claro que esas personas no necesitan tanto ni una vez, ni cinco, ni diez, la beca que sí le habría ayudado a pagar su renta a un escritor pobre de Oaxaca, por ejemplo.

      “¿Pero quién va a regular eso? ¿Pondrán realmente al mando a los que sí se interesan por mejorar ese sistema en lugar de profundizar la corrupción?

      “Me gustaría imaginarlo, pero hay indicativos para dudarlo. Ahí tienes a Sabina Berman: becaria y juez transexenal del Fonca, del sistema de ‘jueces que se premian a sí mismos’, como diría Carmen García Bermejo en su libro 25 infamias culturales. ¿Qué hizo este sexenio? Premiar a Sabina Berman con otro programa de televisión pagado por el Estado. ¿Crees que eso es buena señal de que al incorporar al Fonca a la Secretaría de Cultura de verdad van a poner a los buenos y quitar a los malos? Y de Elenita Poniatowska ya mejor ni hablamos”.

 

Una diputada en el Bronx

―Finalmente, Malú, ¿qué sientes estar como artista en el mero ojo de la pandemia? Dices con naturalidad que si mañana te mueres por el Coronavirus habrá una nueva generación que proseguirá en el camino contracultural feminista. ¿Sólo resta esperar el destino, entonces?

      A lo que me refiero es que nunca me ha sorprendido el destino, pues éste no es más que una consecuencia de la historia a la que la humanidad decide abandonarse o a la que decide rebelarse. Me tocó vivir el terremoto del 85 y participar en las brigadas de la respuesta solidaria de un pueblo ante la rapacidad del ejército y del gobierno. Me tocó presenciar los ataques a las Torres Gemelas de Nueva York, de lo cual escribí muchas crónicas sobre la obscenidad de la codicia que tú me publicaste en el espacio que tú dirigías entonces en un momento en que otros reporteros mandaban notas dizque fechadas aquí, pero aquí no estaban, pues se habían cerrado todos los caminos por mar, aire y tierra. Después, un escritor varón, famoso, traducido a varios idiomas, venerado por las izquierdas y el feminismo y demás, que ni siquiera estaba en Estados Unidos, tomó una de mis crónicas, La salvación de los desobedientes, y la adoptó para sus conferencias sin darme crédito, porque así son los feministas de izquierda.

      “Pero, bueno… Volviendo a tu pregunta: no es que me resigne a las calamidades, sino que, como escritora, siempre me ha correspondido augurarlas de alguna u otra forma en la ciencia ficción política. En La lágrima, la gota y el artificio hablaba de una enfermedad totalmente artificial, por ejemplo, y ahora, en lo que toca a esta pandemia, recibimos muchas advertencias de que el mundo se iba a paralizar de una u otra manera, y no nos importó. En cuanto al cambio climático, hasta una niña autista ha tratado de advertirnos, y nosotros nos burlamos: la llamamos privilegiada (¡privilegiada, una niña autista!), y pagada. Para insultar a las Casandras del mundo sí nos organizamos bien, pero no para responder colectiva y eficazmente a sus alertas, a la altura de la emergencia. Entonces, claro, no es de sorprenderse que el propio sistema económico agropecuario genere este nuevo Coronavirus, que un sistema totalitario basado en la economía de maquila trate de silenciarlo, que responda tardíamente, que se propague al Occidente y que todos los gobiernos occidentales reaccionen tarde para no afectar al gran capital al que sirven, no a los humanos de los que se sirven. Tampoco es novedad la forma como nuestros respectivos sistemas de gobierno sacan lo peor y lo mejor de sí mismos. En Estados Unidos los supremacistas blancos acarreados empiezan a hacer manifestaciones exigiendo a los gobiernos estatales reabrir los negocios para proteger sus intereses, aunque la gente se infecte de Coronavirus.

      “… Pero también ves cosas formidables: una jovencísima diputada feminista que ha reivindicado la satanizada palabra socialista en Estados Unidos, que nunca se la ha visto envuelta en un escándalo de corrupción y que no recibe dinero de los grandes consorcios empresariales ni de los oligarcas, va todas las semanas al barrio más golpeado del país por el Coronavirus: su barrio, el Bronx, a tocar puertas, a repartir despensas de productos básicos, no de tequila, bien desinfectadas, con todas las medidas de seguridad (cubrebocas, guantes), y a hablar verdaderamente con la gente. Para estar al tanto de lo que le pasa, que es lo que se exige de un buen gobernante. Si sigue así (y que conste que dije: a condición de que siga así y no se deje comprar), espero ver el día en que Alexandria Ocasio-Cortez sea presidenta de Estados Unidos, pero es mucho pedir. Me conformo con que lo vean las feministas más jóvenes que me suceden, por el bien de los hombres también”.

                                                                                    Alexandria Ocasio-Cortez